Capítulo 2: Enfermedad de Paolo

Él nunca le contó que estaba enfermo, pues no quería hacerle daño. Sabía que ella era una chica sensible, y que, su muerte supondría el fin de su vida, haría todo lo posible por volver a reencontrarse con él en el más allá. No tenía que haber echo caso a los que antes se consideraban sus amigos, que le decían que por uno no iba a pasar nada, que si un cigarro no hacía daño, que si se relajaría y dejaría de pensar en las miles de discusiones que tenía al día con Amanda. Cometió el error de hacerles caso, poco a poco el cáncer de pulmón se extendió, y ya no hubo marcha atrás, se apoderó de sus huesos y terminó con su vida. ¿Porqué tuvo que hacerles caso? ¿Es que no se daba cuenta de que le quedaba todavía una vida por delante junto a la persona que amaba? ¿Es que no le había demostrado Amanda lo mucho que le amaba? ¿Es que había sido tan idiota cómo para aceptar una droga que poco a poco le estaba destruyendo la vida, además costándole dinero?  
Pero, cuando el daño estaba hecho, ya no podía dar marcha atrás, para él fumar era como una adicción, como Amanda y las tabletas de chocolate, sólo que lo suyo no era perjudicial y lo de Paolo sí.

''Que nada ni nadie nos separe...'' solía decir Amanda, a lo que respondía Paolo ''Eso está hecho...''. 

Si Amanda hubiera sabido aquello, hubiera hecho todo lo posible por hacer que dejara aquella adicción, o incluso, hubiera estado día a día, minuto a minuto, para vivir los últimos momentos de su vida, con él. Muchas veces, los padres de Paolo quisieron decirle a su novia lo que le ocurría, pero su hijo se lo prohibía, no quería hacerla sufrir, no quería que sus fino rostro se viera invadido por un triste llanto.  Quería que siguiera siendo feliz hasta que su corazón dejara de latir.