viernes, 4 de enero de 2013

Capítulo 13: Paseo por Gandía

Después de aquella agradable visita, decidieron ir a pasear por Gandia. El cielo brillaba, los pájaros cantaban y por encima de todo, ella radiaba.

Aquel día no acaba de cuadrar, era feliz, lo había conseguido, pero ¿cuánto duraría todo aquello?. Nunca sabría que iba a ocurrir, no podría adentrarse en el futuro y contemplarlo tras sus inseguros ojos...

Raquel, su pequeña pero gran mejor amiga, había hecho de sus lágrimas una página de corta duración en el capítulo del libro de su vida. Había sacado esa pequeña sonrísa, como la de un niño cuando abre un caramelo y descubre que tras el papel se esconde su sabor favorito.

¿Y qué eran ellas? Unas niñas, bueno, adolescentes. Pero, tenían un tanto infantil las dos, sí. ¿Y que había de malo en ello? La gente se reía de ellas, ¿pero por qué? ¿es que acaso no tienen derecho a ver la vida desde otro punto de vista, desde un punto más desaliñado?

''¿Sabes? Me has hecho sonreír... Gracias'' soltó de la nada Amanda.
''¿Sabes? No necesito que me des las gracias, esto no es un favor, no lo hago por obligación, sino por que te quiero. Y quiero que tu sonrisa jamás se pierda en la inmensidad, que brille, como una estrella tras su nacimiento. Quiero que vuelvas a ser la Amanda que conocí, la chica esa que luchaba por conseguir la felicidad máxima. Y no te preocupes si no logras encontrarla, la encontraremos juntas ¿Te acuerdas cuando te decía que eras como mi sangre? Pues eres más que eso, eres más que todo mi cuerpo, eres la sonrisa que hace que siga aquí luchando por tu felicidad''

sábado, 29 de diciembre de 2012

Capítulo 12: Tiempo al tiempo

La intriga le invadió por todos y cada uno de los poros de su cuerpo. Aquel chico tan misterioso le había llenado de enigmas la cabeza... ¿Sería verdad que las casualidades no existían, que todo era acto de la inconsciencia? Siendo así, tenía que agradecer a la inconsciencia, era el empujón que necesitaba para comenzar de cero. 

Pero, ¿llegaría a conseguirlo, o recaería en la herida que le había dejado aquella fatalidad? 

Su miedo aumentaba proporcionalmente a medida que los latidos de su corazón aceleraban.

''Raquel... ¿Qué te ha parecido el chico?'', preguntó interesada Amanda.
''¿Qué chico?'', se extrañó Raquel.
''El que estaba sentado a nuestro lado, tía...'' respondió Amanda.
''¿Qué? Pero si no teníamos a nadie, mira, a principio de trayecto, te hice una foto...'' contestó Raquel

Le mostró la foto. Estaba ella y se veía el asiento de al lado, vacío. La confusión reinaba en su cabeza, ¿se estaría volviendo loca?

''Sorpresa...''. ¿Qué, quién había dicho eso? En el taxi sólo estaban Amanda, ella y el conductor''.

''Sé que la confusión se habrá apoderado de tu cuerpo, todo lo que estás viviendo desde la muerte de tu enamorado es tan... Tan difícil. Y te preguntarás que cómo lo sé, y sí, yo también he muerto, hace unos días conocí a Paolo. Él me contó tu vuestra historia. Déjame decirte que yo también perdí al amor de mi vida. Ella padecía una minusvalía cerebral, la gente estaba siempre metiéndose con ella, no tenía amigos... No aguantaba más, ella me contaba que quería suicidarse, yo le dije que el suicidio no era la mejor solución. Lo hizo y yo, yo no podía vivir con ese dolor, me sentía tan pero que tan dolorido que decidí lanzarme desde el edificio en que vivía. ¿Y sabes? Me he dado cuenta del error que he cometido. He venido hasta aquí para que no cometas el error que yo cometí. No sabes Paolo lo grande que me ha dicho que eres, se sentiría tan pero que tan dolorido si tú llegarás al extremo de perder la vida por él...'' 

''Pero... ¿por qué no viene aquí Paolo y me lo dice? preguntó desconcertada Amanda.
''Tiempo al tiempo Amanda, encontrarás la respuesta de tu pregunta...''

viernes, 28 de diciembre de 2012

Capítulo 11: De camino a Gandía

Hoy Amanda presentía que iba a ser un buen día. La mañana pintaba bien, su madre le había traído el desayuno a la cama: tostadas untadas con miel, como a ella le gustaban. Por la noche, Raquel llamó a Amanda, quería que le acompañara a Gandia, pues su abuela recientemente había padecido un ictus. Amanda, insegura, aceptó. 

Así que, a las 12 y poco, el tren llegó a la estación y se adentraron en él.

Los asientos estaban todos ocupados, la mayoría de los viajeros llevaban más de dos maletas y parloteaban fuertemente. Amanda y Raquel tuvieron que sentarse al lado de un desconocido. Aquél, leía ''La sombra del viento'',  de Zafón. 

''Conserva tus sueños, nunca sabes cuanto te harán falta'' susurró Amanda.
 ''¿Qué?'' impugnó aquel misterioso desconocido 
''Nada, nada...'' se disculpó Amanda.

El viaje fue transcurriendo, la gente cada vez conversaba con un tono de voz más alto de lo normal. 

Quedaba aún bastante para llegar, Raquel se había quedado dormida escuchando música relajante: olas del mar, pájaros piando... Amanda no comprendía como podía dormir con tanto alboroto detrás de los auriculares.

''Las casualidades son las cicatrices del destino...'' susurró aquel desconocido.
''No hay casualidades, somos títeres de nuestra inconsciencia'' completó Amanda.
''Así que, ¿tú también te has leído esta magnífica obra de arte...'' preguntó el desconocido.
''Sí...'' se sonrojó Amanda. 
''Perdona por mis pedanterías, me llamo Alejandro, pero llámame Alex'' se disculpó Alex.
 ''Discúlpame a mí, el viaje me está resultando costoso. ''Si cierro los ojos, pienso. Y no quiero pensar, mis pensamientos asustan'' se ruborizó Amanda.
''Los pensamientos son la sombra de nuestros sentimientos'' alegó Alex.
''¿Te apasiona la literatura, verdad?'' preguntó Amanda. 
''La literatura me hace soñar, me hace ver los lados tanto agradables como incómodos de la vida. Me enseña a ser fuerte y a luchar.'' comentó Alex.
 ''Vaya... Nunca lo había pensado de ese modo...'' se sorprendió Amanda.
''Parece que ya estamos llegando...'' comentó Alex. 

''Queridos pasajeros, les informamos que en unos minutos llegaremos a la Estación de Gandia'' sonaba en el vagón.

''Raqueeel despiertá'' gritó Amanda.
''Cinco minutos más mamá...'' respondió Raquel. 
''Baja, que ya estan los regalos de reyes'' dijo Amanda.

Rápidamente, los ojos de Raquel se abrieron. Le costó asimilar que ya habían llegado a la estación.

'' Bueno... Ha sido un placer conocerte, pero tenemos que bajar en esta parada. Ojalá nos volvamos a ver...'' se disculpó Amanda y se marchó con Raquel. 
''No te preocupes, nos volveremos a encontrar'' pronunció Alex, pero ya era demasiado tarde, Amanda y Raquel habían desaparecido.Y él, él tenía que volver a su casa, sus padres le estaban esperando para comer.

jueves, 27 de diciembre de 2012

Capítulo 10: Lago del parque

¿No tenéis a veces la sensación de que la vida está sólo llena de momentos amargos? ¿No tenéis la sensación de que el destino se alía con el dolor para jugaros una mala pasada? Así se sentía ella, a punto de estallar en un mar de lágrimas, lágrimas dotadas de nombre y apellido. 

¿Que hubiera pasado si no le hubiera llegado a conocido? Tal vez, no hubiera llegado a sentir la felicidad máxima, o como solía decir él, no hubiera llegado a tocar el cielo el la punta de los dedos.

Aquel parque había simbolizado tanto para ella... Los momentos más mágicos los había pasado allí, con la persona más grande jamás conocida.

Se acercó al lago y se tumbó a la orilla. Allí solían jugar, como pequeños cual única preocupación era la felicidad.  ''Mira, ¿ves esta piedra? Esto es lo que yo siento por ti. Lánzala al agua... Sí, se producen ondas. ¿Sabes que significan para mí esas ondas? Esas ondas son la gente que intenta acabar con lo nuestro. Esas ondas son el miedo, el pánico y todos esos obstáculos que nos impiden conseguir la felicidad máxima. Por muchas ondas que se produzcan, seguiré lanzando piedras, ¿hasta cuando? hasta que todas las piedras del mundo se acaben, porque lo que siento por ti, es más grande que la inmensidad''.

Volvió al presente, aunque no le gustara, era así, no podía ni dar marcha atrás, ni adelantar, ni parar; pues la vida no se trataba de una canción de larga duración.

A partir de ahora, volvería a ser feliz, volvería a tener ambiciones, sueños, deseos, nada, ni nadie podría con ella. 

Sacó de su sudadera un permanente, buscó el árbol más grande y escribió ''Así soy yo, y nada, ni nadie, hará que mi felicidad se desvanezca. Dolor, esta vez, seré más fuerte que tú.''

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Capítulo 9: Entre gritos y lágrimas.

¿Esa sensación de qué el mundo se te cae encima, de que millones de toneladas de dolor te aplastan? Así se sentía ella, un ser insignificante en un gran mundo dominado por el miedo... Quizás eso era, tenía que cambiar de mentalidad, tenía que darse cuenta de que, a partir de ahora, los minutos se convertirían en horas, malos tragos, llantos desesperantes por volver a la rutina. por volver a aquello que le gustaba, por volver a vivir la vida a su lado.

Pero, lo que ella tenía que aprender es que hay que exprimir la vida todo cuanto se puede, como si fuera una naranja, porque llegará un momento en que las gotas que caigan serán tan minúsculas que se podrá prever el final. 

''Hija, ven un momento...'' gritó su padre ''Voy, un momento'' pronunció Amanda, mientras cerraba la carta que le habían dado lo padres de Paolo.

''No queremos verte mal, sabemos todo lo que ha pasado, y creemos, tu madre y yo, que, la mejor manera de que te olvides de él es yéndote a vivir a otro lugar, nos mudaremos... Seremos felices y tú, olvidarás todo lo ocurrido y dejarás de pensar en él...'' sentenció su padre.

''No, papá, no, yo no quiero olvidarme de él, ni cambiarme de ciudad ¿Sabes? He vivido tantos momentos aquí con él que creo que irme de aquí, sería tirar la toalla demasiado pronto, ¿Qué pasa? ¿Qué creéis que no tengo falta de voluntad? Es eso, ¿no? , ¿creéis que solo sé valerme por el, que no conseguiré salir de esto si me quedo aquí?'' gritó enfadada Amanda.

''No, hija, no te hemos querido decir eso...'' respondió rápidamente su padre

''Mira, aquí en Vallbona está mi hogar. Llevo desde que nací viviendo aquí. He conocido a tres tipos de gente: los que valían la pena, los que no y a Paolo. Los que valían la pena han estado hay siempre, como Raquel. Los que no valían la pena han estado sólo en los buenos momentos, para felicitarme, pero en realidad deseaban que me ocurriera algo malo. Luego, esta Paolo, él no valía la pena, valía mucho más que ello, valía todas las estrellas del universo...'' dijo conteniéndose las lágrimas Amanda.

''Hija, creo que te estás pasando... Paolo no valía tanto'' contestó su madre.

''¿YA BASTA NO? ¿LO SABRÉ YO MEJOR, NO? PAOLO HA SIDO LO MEJOR QUE HE CONOCIDO, Y HA MARCADO MI VIDA, ME HE ENAMORADO DE ÉL, Y NO QUIERO IRME, PORQUE QUIERO QUE SU RECUERDO PERDURE EN MI MEMORIA.'' contestó llorando Amanda.

''Amanda, nosotros...'' rápidamente dijo su padre.

''NI NOSOTROS NI NADA, YA BASTA DE INTENTAR ARREGLAR LAS COSAS, LA HABÉIS FASTIDIADO, PERO BIEN...'' 

Amanda se abalanzó sobre la puerta y se marchó pegando un portazo.

martes, 25 de diciembre de 2012

Capítulo 8: Carta de despedida de Paolo

Ella es mi pequeña. Bueno, ¿mi pequeña? ¿Cómo voy a llamar pequeña a la persona más grande que jamás he conocido?. Aquella tarde presentí que iba a ser el comienzo de una duradera historia que ni el tiempo ni ningún factor físico, químico... podría llegar a separar, excepto uno... Sí, aquello que todos aterraban, aquello que todos temían... Sí, hablo de la muerte. 

Todos hemos pensado alguna vez, ¿qué ocurrirá?. Sólo tengo una única preocupación, haber aprovechado cada momento hasta el fin de mis días, ya que cada uno de los momentos son únicos, no hay instantes vacíos. 

Por eso, como no hay instantes vacíos, he decidido escribir esta carta, para que algún día, cuando mi vida haya finalizado, siga quedando en memoria, que jamás pude dejar de pensar en ti.

Has dejado tal marca en mi vida que, adjetivos como ''impresionante'', ''fascinante'', ''indescriptible''... se quedan cortos, muy pero que muy cortos. 

¿Qué duro es decir adiós, verdad? Dejar atrás todo, ver como daña el tiempo, ver como la vida pasa en un continuo vaivén, con momentos en los que te sientes tan alto que podrías llegar a tocar el cielo con la yema de los dedos, y veces, que te sientes tan bajo que la Tierra podría llegar a absorberte.

Contigo, mi pequeña, me he sentido tan pero tan alto, que he podido llegar a sentir que las estrellas eran cercanas. ¿Cuántas veces hemos jugado a cazar estrellas? Y yo te decía ''Mira, acabo de cazar una estrella, está aquí, a mi lado, es la más grande de todo el universo, soy el astrónomo más afortunado, por haberte encontrado...''

Tú me sonreías y te reías... Ni contar las veces que he llegado a perderme en tu dulce sonrisa...

¿Recuerdas? ''Hasta que la muerte nos separe, hasta que mi corazón deje de latir...'' 

Todo este tiempo, desde que nos conocimos, he sido un pesado contigo... Tenía miedo, miedo de perderte, de tener que compartirte con alguien que jamás podría llegar a quererte como yo, de tener que compartir mi vida... Ya te dije que mi vida comenzó a tener nombre cuando me enamoré de ti. 

Y ahora, mi corazón dejó de latir, mis palabras se las ha llevado el viento, todo se ha convertido un bello recuerdo. Recuerdos que cada día me han hecho crecer, ser cada vez más y más fuerte. Me has hecho sentir poseedor de una reliquia con tal valor incalculable que ni todo el dinero del mundo se asemejaría a tu valor, pues no vales dinero. No vales nada material, sino sentimental, vales... Vales mucho más que todas las estrellas que hay en el cielo. Todas ellas, multiplicado por el infinito y más allá.

¿Te acuerdas cuando te decía? ''No necesitas maquillaje, pues ya contemplando tus ojos puedo darme cuenta que eres preciosa'' No te mentía, eras la Venus de Miguel Ángel, bueno, de Paolo.

Si llega a pasarme algo, quiero que nunca tiras la toalla, yo he podido construir mi vida, a tu lado, y sé que tú también podrás volver a reconstruirla. Recuérdalo  ''si vives bien, si disfrutas cada instante, la muerte será como un leve descanso''.

Mi descanso ha llegado, un descanso largo, y ¿sabes?, sé que volveré a encontrarme contigo, porque, si amas a alguien, es de idiotas dejarlo ir. Y yo lo único de idiota que tengo, es estar idiotamente enamorado de tí. 

Te amo, mi reina.

PD: Cuando sonríes, mi mundo se detiene.

lunes, 24 de diciembre de 2012

Capítulo 7: La llamada de Raquel

Despertó, había vuelto a tener esa sensación de vacío. ¿Habría sido real todo aquello? ¿Habría vuelto a ver a su pequeño?... Todo le daba vueltas, los minutos parecían horas, los instantes se convertían rápidamente en momentos: momentos llenos de dolor y de pánico: pánico por lo desconocido, por lo que sería de su vida, su nueva vida, pues todo había cambiado y eso ella lo tendría que aceptarlo.

''Amandaaaaa, el teléfono'' gritaba su madre desde la habitación '' Ya vooy,, mamá''respondió su hija.

''Hola Amanda, soy Raquel,  ya me he enterado de todo... Siento mucho todo lo ocurrido... Si necesitas algo voy a estar ahí siempre, prometido... '' susurró Raquel.

Raquel era una de sus mejores amigas. Gracias a ella consiguió ver la vida de otro color, supo como elegir el color que quería darle a todos los acontecimientos ocurridos, consiguió ver que lo bueno de la vida no se basaba en las cosas que todo el mundo conocía, que había que adentrarse en lo desconocido para encontrar lo que verdaderamente valía la pena. A pesar de sus diferencias tenían algo en común: se valían la una de la otra para superar cualquier obstáculo.

''¿Amanda?'' repitió Raquel hasta que consiguió que Amanda contestara ''¿Sí?...'', respondió Amanda.

''Lo padres de Paolo me lo han contado, están verdaderamente dolidos y bueno... Querían que te llamara y te dijera que acudieras a su casa, que habían encontrado una carta que debías leer'' dijo Raquel.

''Muchas gracias pequeña, de verdad, no sé que haría sin tí... Luego te llamo, te quiero...'' respondió Amanda. Raquel no tuvo tiempo para responder lo que le había dicho Amanda, quería sorprenderle con una manera ingeniosa de responderle que ella le quería ella, pero Amanda fue corriendo a casa de los padres de Paolo. ¿Qué pondría en aquella carta?

Capítulo 6: El mejor de mis regalos

¿Nunca te has sentido en una sensación de completo vacío? ¿Una sensación de completo silencio, donde juegan tu mente y tu miedo? Pues así se sentía ella. Miles de sensaciones le rondaban por la cabeza ¿Dónde estaba? ¿Había muerto? Y lo que más le importaba ¿Dónde estaba él?. A lo largo de las últimas semanas, su relación era parecida a una montaña rusa de sentimientos... De pasar de tener todo, a no tener absolutamente nada. De encontrar la felicidad en una persona, de encontrar esa persona que rompe todos tus esquemas, aquella a la que sin duda atribuirías el cargo de ser la que te guíe por este misterioso laberinto llamado vida. La vida le había jugado una mala pasada, le había ganado el dolor, el miedo y lo que más le dolía, había ganado la muerte. Ella no estaba preparada, sentía impotencia y a la vez, pánico. Puede que incluso no hubiera sabido valorarle todo cuanto significaba para ella. Debería haberle tratado cómo se merecía, como un rey. ¿Y él? Él la había tratado como una princesa o cómo más que eso. Cada mes, el día 18 le traía una rosa y le susurraba ''¿Te imaginas? En un futuro construiremos juntos un castillo hecho completamente de rosas, mi reina''

''Amanda... ¿Otra vez aquí?'' intentó gritar Paolo, su voz parecía vacía, como apagada, como si hiciera un gran esfuerzo por sonar. Era él, existía, Amanda podía contemplarle, su bello rostro, su delicada sonrisa, sus pequeños pero significativos ojos...

''Paolo, yo... Yo no puedo más, todo esto me puede, te lo aseguro... Siento impotencia, siento no poder haberte parado, yo... Los médicos me han contado todo, de verdad... La última vez que te he vi fue cuándo me intenté suicidar, y no pude llegar a decirte todo esto... Sé que no hay marcha atrás, no voy a poder volver en el tiempo: lo ocurrido, ha ocurrido... Quiero volver a ser tu reina, quiero construir el castillo que me prometiste...''

''Y lo puedes construir, Amanda'', sostuvo Paolo ''Sí, pero si no es contigo, con nadie, ¿lo recuerdas?'' sentenció Amanda.

''Amanda, no quería llegar al punto de decirte esto... Pero, he fallecido, el tabaco ha acabado con mi persona y no quiero que por este mero hecho tu vida tenga que acabar... Ahora mismo, te acabas de desmayar, están intentando reanimarte en el mundo,  escúchame mi vida, mi pequeña reina: ''¿ Recuerdas cuando te conocí aquella lluviosa tarde? Pues desde ese momento, nunca he dejado de pensar en ti  te lo aseguro... ¿Sabes como conseguía ser feliz? Haciéndote sentir la chica más feliz del mundo, la chica más importante de mi mundo, la chica más fuerte que jamás conocí.... Por eso, quiero que subas la cabeza, dejes de llorar y me mires a los ojos, mirame...'' dijo Paolo ''Te miro...'' respondió Amanda ''¿Me ves a mi llorar al haber perdido a lo más significativo de mi vida, llorar por no poder volver a sentirte? Pronto vas a despertar, y quiero que recuerdes esto: ''que no pueda volver a ser tu rey no significa que no tengas porqué volver a sonreír, la vida está llena de recuerdos, y aunque mi vida haya acabado, todos y cada uno de tus recuerdos me los guardaré como el mejor de mis regalos, te amo, mi pequeña gran reina...'' susurró.

Capítulo 5: Desmayos

Abrió los ojos. Despertó en su cama, a su lado estaba su madre. Estaba preocupada por ella, la habían llamado del hospital: su hija se había intentado suicidar. La madre de Amanda trabajaba como periodista en un periódico de la ciudad y su padre era empresario. Para ellos la educación de Amanda era lo más importante. Conocían a Paolo, sabían que era un buen chico, un buen novio para su hija. Lo que no sabían era que la vida de aquel joven había llegado a su fin, cosa que le contó su hija. Amanda, se balanceó, intentando andar, pero, volvió a marearse y cayó al suelo.

Capítulo 4: La reina de mi cuento

La vida le había dado un giro de 180º, había dado su vida por la persona que amaba, pero ¿había hecho lo correcto? ¿no se estaría equivocando?... A su alrededor todo estaba oscuro, ningún destello de luz, leves susurros que decían: ''porqué, porqué, porqué''... Ni ella lo sabía, lo único que quería es llorar... ''Amanda...'' Se giró... Era él, él, se lanzó a besarle, pero no pudo, ella calló al suelo.

Claro, no había caído, él no era más que una ilusión, una ilusión por volver a sentir el roce de sus mejillas sobre su rostro, de sentir sus brazos sobre su cintura o de volver a sentir el ligero movimiento de su cabello castaño con finos destellos rubios. 

''Hola mi pequeña... Siento mucho todo esto que te estoy haciendo pasar. No llegué a comentarte nada por miedo a que te pusieras mal o incluso intentaras hacer lo que acabas de hacer. Ni te imaginas las veces que te he susurrado al oído mientras dormías que mi felicidad dependía de tu estado de ánimo, que dependía de que tú te sintieras una reina en un cuento que acabara con final feliz. Pero, lamentando, el cuento no ha acabado bien, la vida del rey ha terminado, pero la de esta reina, mi reina, mi pequeña reina, no tiene porqué terminar.'', pronunció Paolo.

Ella susurró ''Paolo, quiero que sepas que yo...''